Pienso de que..

Ernesto Sábato es mi escritor preferido. Me encanta. Me pasa que querría que nunca ningun escritor me gustara más que él. Y aunque romántico, proponerse este tipo de cosas es muy difícil, sencillamente porque algo así no puede evitarse más que dejando de leer. Como no estoy dispuesto a transigir sobre este último punto, disfruto mientras no me suceda lo tan temido. Creo que influyó mucho en mi simpatía por Sabato que haya empezado por El Tunel. Esa novela tiene una brutal fuerza de atracción desde el comienzo («Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne»). No es común encontrarse al principio de un relato tal confesión. En un punto es una advertencia. Porque lo que viene después es justamente la crónica de los días previos al homicidio. Y si hay algo que me gusta es que empiece a contarme las cosas por el final. El tipo presenta al personaje y de inmediato se confunde en él, porque aunque nos digan que debemos evitar confundir al narrador con el personaje, es muy difícil olvidarse del que mueve la pluma. Por momentos parece que es Castel quien ha escrito cada palabra y, aun más, por momentos podemos olvidar que leemos a Castel y pensar que en definitiva Sabato es Castel. Podrán decirme: el desafío del escritor es justamente presentar la historia como un hecho de la realidad. Sabato es un gran escritor, debe entonces tener el talento suficiente para cumplir con su trabajo. Entiendo que se pueda decir que los personajes tienen vida propia, y que el escritor tiene el deber de no intervenir en el devenir de la historia de otro modo que pintando a su personaje en actos y discursos, pero en El Tunel su trabajo es grandioso. También pasa algo de mayor trascendencia: la obsesión del personaje es contagiosa. Lo que Castel siente por María Iribarne y lo enloquece, tambien aliena al lector, al punto de comprender el actuar del pintor. Pero que se entienda: no es que se justifica el asesinato, sino que se entiende qué pasa en la cabeza de Castel, por qué se desespera. No sé si era de El Tunel que se hablaba, pero una vez lei que para referirse a una novela, la etiqueta era novela psicológica. Creo que aplica para el caso. Cuando busques algo en esas librerías donde uno entra para ver todo lo que no va a leer nunca andá al estante de novelas psicológicas que te dejo El Tunel envuelto para regalo.
Sobre Héroes y Tumbas fue lo que vino después en el menú. Y otra vez un cross de realidad: una noticia preliminar, una columna en La Razón con fecha y todo en la que brevemente se comenta un confuso hecho en una vieja casona de Barracas en la que mueren una chica -Alejandra- y su padre. Cuenta Sabato que ni bien salió la novela, la gente lo paraba por la calle para preguntarle si la noticia era auténtica. Naturalmente él, indignado, respondía que no y explicaba lo que hemos dicho más arriba. Pero detectamos algún parecido con El Tunel: medio que se empieza por el final. Es obvio, al menos, que esa reseña periodística que está al principio hace a lo que va a contar después. El tema es que acá no la cuenta ni Alejandra ni Bruno ni Martín. Aparece el viejo y conocido narrador omnisciente, el que viene sin que lo llamen y sabe todo sin que se lo cuenten. Estamos mucho más acostumbrados a este tipo de narradores, que son en rigor relatores. La historia no es tan clara como la del Túnel: Martín conoce a Alejandra en el Parque Lezama, dos años antes de los acontecimientos de Barracas. Ella se le acerca, hablan algunas cosas y se va. Es un encuentro extraño, fundamentalmente porque los dos son raros y la conversación es misteriosa. La relación que establecen Martín y Alejandra es reflejo de aquella primera conversación. Alejandra obnubila a Martín, pero Martín no la pasa tan bien porque ella trata de evitarlo y mantenerlo a distancia: lo necesita, pero no quiere involucrarlo. ¿En qué? Si no hubiéramos leído el artículo de La Razón podríamos tener infinitas hipótesis. Lo evade constantemente, al punto de que Martín no alcanza a saber siquiera de la existencia de Fernando Vidal Olmos, pieza clave en la historia. Bruno conoce a Martín estando Alejandra muerta, de modo que mucho de lo que leemos es lo que el relator sabe que Martín le cuenta a Bruno. Con lo poco que puede recogerse de sus palabras, vamos tomando conciencia de la peligrosidad de Alejandra. En un momento el relato se interrumpe y quedamos expuestos al Informe sobre Ciegos. Como dice la reseña del diario, parece ser el manuscrito de un paranoíco. Por eso debe ser que me cuesta entender qué relación puede existir entre el Informe y el desenlace.
En Abbadón el exterminador, su tercer y última novela, aparece nuevamente Bruno. Y entre los personajes, aparece Sabato haciendo de sí mismo. Inevitable percibir en ella cierto corte autobiográfico.

7 de julio de 2008


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